Cómo duele el aire que respiro ahora que vamos en
direcciones opuestas. Cómo duelen las despedidas que alejan corazones ansiosos
de historias compartidas. Cómo se agotan mis niveles de oxígeno ahora que
despegas. Cómo puede esta distancia hacerse tan inmensa...
Por evitar todo este dolor que inunda por completo mi
latir, lo habría cerrado todo, maletas incluidas, dejándolo archivado hasta la
próxima y me habría metido sin pensarlo en ese avión con ellas. Habría
abandonado mi sueño por poder soñar de nuevo a su lado. Quedé preso de ese aire
de familia que desprendían en cada de una de sus miradas, en cada una de sus
sonrisas. Descubrimos juntos la ciudad, y su paz y su guerra me devolvieron de
nuevo a mi vida. Pero pasaron los días volando en el tiempo de un reloj que aún
no se aclara si aquí es de día o allí es de noche. Se alimentó mi cuerpo
fugazmente de sus palabras, que aún a veces calladas, lo decían todo. Y volví a
sentirme puramente querido, con la calma de saber que hay alguien en este mundo
que cuida de mis sueños como si el pálpito de su corazón dependiera de ello. La
sensación de sentir que son parte de mi sangre, de mi ser, me hizo
reconstruirme de nuevo y entender que no hay más cuando se trata de mi familia.
Me dejaron la casa revestida con palabras y colores, con olores y sabores. Así, con todo ello, recordé una vez más lo que nunca olvido: no me olvido de donde
vengo y dónde tengo mi casa, mi hogar digo. Mi hogar está allí donde esté mi
apellido. Esa es mi frontera. Y ellas y ellos, los que habitan en ese
territorio son, sin duda alguna, la más bella tierra por la que camino.
Fotografías tomadas la semana del 7 al 14 de Octubre en Nueva York.
Fotografías tomadas la semana del 7 al 14 de Octubre en Nueva York.
ELLAS son sólo el pedazo representativo de un montón de personas que están al otro lado del océano, y que sangre de mi sangre, o sangre de mi sentir, me faltan en mis días. Pero todo tiene su tiempo, y pronto volveré para disfrutar de cada uno de sus momentos.
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