Amanece
de nuevo en el calendario ese día que tanto me dice de mi principio. Es
inevitable: me siento especial y raro. Hay un concierto de colores danzando en
el cielo despejado del alba, aviones cruzando la bóveda celeste dibujando sueños que llegarán
con el tiempo. Hay un hasta pronto obligado lleno de risas en un aeropuerto que
me asegura el sentido de la palabra amistad, con sus dos corazones dispuestos a
traspasar fronteras tan sólo por volver a latir unos días juntos. Hay el sabor
de una noche sorpresa en mi boca cuya resaca me pide paso para apreciar bien
cada instante y a cada persona que puso lo mejor de sí por estar, cada detalle
por querer sonrojarme y hacerme bailar con la vida. Hay un espejo lleno de amor
que me recibe en el hogar dándome los buenos días, dictándome de dónde vengo,
cuál es mi vital más importante y todo lo que ella, que me dio la vida, ya sabe
y que ni siquiera yo alcanzo a expresarle. Hay montones de comida y tarta en un
festín rutinario cada trescientos sesenta y cinco, llenando de ruido la casa,
calentando mi corazón humano. Hay un árbol creciendo en mí desde sus arrugas
hasta mis canas, desde sus raíces hasta la punta de cada hoja que lucha por
brotar de nuevo, porque esa otra ella tan vital es el principio de toda esta
belleza que hoy veo a mi alrededor. Hay miradas cómplices de tantos y tantos
momentos, colmando de risa mis llantos, acariciando mis silencios, contándonos
anécdotas de cuando éramos pequeños, sin darnos cuenta poniendo ladrillos en
nuestro muro sin límites ni fronteras de sueños. Hay miles de palabras agolpándose en mi
mirada llenándome de piropos y halagos... y sólo puedo sentirme inmensamente
feliz y afortunado. Hay unas velas encendidas bailando suavemente al son de sus
voces, con dos ángeles en mis brazos, cojo aire hasta llenar mis pulmones, y en
mi mirada es inevitable no dejar escapar todo lo que estoy pensando: no
necesito pedirle más deseos a una tarta de cumpleaños porque sería injusto,
porque año tras año sin pedirle tanto, tanto me ha dado. Por eso cierro los
ojos e imagino a cada una de las personas que me han dedicado un instante de
sus vidas. Me basta y me sobra la luz, la que es sentido y respuesta de lo que
yo entiendo por vida, esa luz tan cegadora que atrapo de cada una de sus miradas, con las que me voy cruzando en este camino. Por cada
encuentro inesperado del destino, por cada momento en que parece pararse el
tiempo, por cada distancia que se acorta con un solo detalle, por cada sonrisa
de cada ser humano, por cada batalla que quiere ser ganada, por cada lucha de
justicia, por ese saco lleno de inocencia que pide nunca agotarse... porque
Peter Pan nunca deja de visitarme.
07 de Diciembre de 2013.