Llevaba tiempo
sobrevolando la zona. Esa sensación de que todo se está desvaneciendo y resulta
insostenible se ha hecho inevitable al parecer. Cerramos los ojos y al abrirlos
miramos para otro lado. No quisimos hacerle frente y al final... ¡plaff!, se
instaló de lleno en nuestras cabezas. Y ahora, así como lo está la economía, el
empleo, lo público, la educación, la sanidad,... nosotros, oficialmente,
también estamos en crisis. Nos falta humanidad y verdad, y tantas cosas con las
que contábamos que nos hacían ser y estar.
Todo resulta diferente.
Llevamos un tiempo vagando por el mismo piso, quizás por costumbrismo, pero sin
ni siquiera mirarnos a los ojos. A veces corre el viento por el pasillo y entonces
llega algo de brisa reconfortante que parece traer buenos recuerdos haciendo
latir todo lo que hemos vivido hasta ahora, pero tal como viene se vuelve a
marchar y con ello desaparece el latir. Entonces otra vez pasa que pesa el alma
en el cuerpo y peor aún, su vacío. Ese vacío que arranca de lo malo y grita
soledad pidiendo auxilio. Ese vacío no es como el depósito de combustible de un
coche, que cuando salta la luz de reserva te diriges hacia una gasolinera y
dices "lleno, por favor" aún a sabiendas de que las cosas están como están y te costará un ojo de la cara hacer que
esa luz deje de inquietarte y vuelva esa pequeña crisis a su lugar. Incluso, si
la cartera no está muy abultada ese día, puedes permitirte subsanar la
situación llenándolo por el momento hasta la mitad. Pero, como decía, lo
nuestro no funciona así. La luz está ahí, permanente, y no hay dinero que llene
ese vacío que siente el alma. Hemos consumido hasta las reservas de aquello que
sostenían nuestros cimientos y ahora sólo podemos tragar saliva y apretar la
mandíbula. Entretanto ando mirando hacia atrás buscando el momento en que algo
lo cambió todo, pero sé que no hay momento voluntario ni culpa disponible que
vaya a asumir que ya no somos los mismos y que se lleve lejos esta sensación.
Está presente en nosotros, arrebatándonos poco a poco el elixir de la juventud
que se resiste a marchar y se va cargando el aire de reproches y mentiras, de silencios, de sonrisas de relleno, de excusas que hasta nosotros mismos
creemos.
Por eso digo que
oficialmente estamos en crisis. Y como cualquier crisis conllevará de ciertos
cambios para que se pueda resolver y salir a flote, para volver a encontrar un
nuevo sentido a eso que tenemos. Me
pregunto a qué afectarán esos cambios, qué cambiará y qué no lo hará, y qué se
quedará para siempre en el recuerdo, si volverá a sonar aquella canción en el
coche camino de algún nuevo o conocido y viejo lugar. Me pregunto también quién o qué llegará de distinto para crear nuevos momentos, o cómo encontraremos el
camino en el que vernos, si es que lo debemos de hallar. Me pregunto, por
dramatizar, qué es eso exactamente que
tenemos.
Se agolpan en mi mente
de repente todos los momentos que hemos vivido como cosiendo una tela de araña
de la que no me es fácil escapar. Quiero evitar hacerme más daño y no montarme
en ese caballo desbocado que me lleva a acariciar aquellos instantes de vida,
pero es inevitable y me rindo ante su galopar y todo lo que me hizo plenamente feliz un día.
Fuimos jóvenes eternamente por un tiempo, creía en ello, por eso estoy
buscándole las cosquillas a esta soledad tan seria que nos separa, cada día más.
Pero no lo consigo, no encuentro el acierto.
Entonces pasa que mi
vacío me grita demasiado, la sangre me hierve, y el corazón me llora
desconsolado. Voy corriendo al espejo y me digo "calma, ya irá todo
volviendo a su sitio" (como si las relaciones o las cosas tuvieran un
sitio fijo de bienestar pleno y perpetuo). Empieza a derramarse una lágrima que
se desliza solitaria por mi mejilla fruto de la angustia y de los nervios que
crecen por dentro, y en ese momento, el trozo de cristal que refleja lo mejor y
lo peor de nosotros, me ofrece mi cara más sincera y humana. Reconozco mis
fallos y mis aciertos, mis virtudes y mis defectos, mis pérdidas y mis sueños.
Me perdono, me abrazo y me beso, y bailo conmigo en silencio. Decido respirar y
dejar que el amor, aunque dañado y resentido, haga el resto... para que
quede sólo lo bueno.
Fotografías tomadas el 25 de Mayo de 2013 en Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario