jueves, 30 de mayo de 2013

CORRER BAJO LA LLUVIA.


Dan las siete de la tarde en el reloj de mi iPhone. ¡Uff, qué pereza! -pienso-. No he hecho casi nada en todo el día y deprime, ¡maldita crisis!, pero qué fácil resulta quejarse, ¿no?. Ver cómo los que mandan no consiguen arreglar la situación no debería servirnos para quedarnos inmóviles frente a un televisor o, en peores casos, frente a una botella de vino (una tras otra y otra y...). Yo estoy convencido que cada uno tiene el poder en su interior de cambiar las cosas, en mayor o en menor medida. Supongo que por eso me obligo a correr veinte minutos diarios como mínimo. Por algo se empieza. Pero hoy me da mucha pereza. Eso mismo me dije ayer, ya lo sé, pero es que hoy... ¡basta!. Pego un brinco del sofá al suelo y subo las escaleras de mi casa con decisión para prepararme.

Me pongo mis zapatillas de correr algo rasgadas en la parte delantera. Para ser más explícito: digamos que mis dedos meñiques tienen aire acondicionado propio. Anudo bien sus cordones. Me enfundo en uno de los pares de mallas que tengo para hacer deporte. Siempre pensé de este artículo de ropa que era un tanto hortera -aún a veces lo pienso- pero con éstas últimas que me compré me veo bien, la verdad. Me pongo una camiseta de tirantes y por encima una sudadera, para que haga sobre mi cuerpo el efecto que su propio nombre indica: hacerme sudar. Qué poco original fue el hombre que le puso ese nombre (sudadera), y más en mi caso, que las camisetas también me hacen sudar; para mí entonces serían sudasetas. Y no, no hablo de un nuevo tipo de seta, sino que es el nombre que le deberían haber puesto a las camisetas para mi caso de excesiva sudoración. En fin, que me pierdo.

Abro la aplicación en el móvil que va a calcularme la distancia recorrida y el tiempo transcurrido. En realidad me da igual si corro mucho o poco, tan sólo es por eso de "mínimo veinte minutos diarios". Pero vamos, que no sé porqué coño lo hago -el correr digo- pero lo hago, y me siento muy orgulloso cuando lo cumplo. Vale, sí, también para mantenerme en forma y por todo el rollo ese de mantenerme activo para no ser un desecho humano. Perdón por la expresión, no creo que nadie pueda llegar a ser un desecho humano sólo por no tener trabajo que le ocupe el día (o la noche), asique corrijo: lo de mantenerme activo es para sentirme bien personalmente conmigo mismo haciendo algo. Así mejor.

Doy al play y empieza la música. Ya estoy pensando en que llegue la hora de volver y tan sólo acabo de abandonar el portal. Así empiezan mis primeras galopadas, así y con ganas de hacer pis, ¡mierda!. Suena Lost de Colplay en mis auriculares y yo voy entrando en motivación. ¿Ves? Si es que todo es ponerse -me digo para mis adentros-. Para cuando empiezan las primeras palabras salidas de la voz de Chris Martin ("Just because I'm losing doesn't mean I'm lost [...]") la suave brisa de Mayo, con los últimos rayos de sol colándose por entre las nubes, me hacen fliparme completamente y creerme que estoy en un videoclip de música. Sí, en uno de esos en que el artista corre a cámara lenta como partiendo el aire y la lluvia le empapa y hasta queda mejor, y en el que el mensaje es de fuerza y valentía, y coraje, y ... vaya, un mensaje con forma de empujón de esos que hace que te digas a ti mismo "Hey, sólo porque estés perdiendo no significa que estás perdido".

Para la música de golpe. ¡Vaya chasco! Me habla la voz del gps de correr -como yo le llamo- y me dice que mi distancia recorrida hasta ahora es de un kilómetro en 4 minutos y 44 segundos. Todo lo dice en inglés, pero yo lo pillo. Eso me hace sentirme algo más realizado al pensar que además de hacer ejercicio físico también ejercito mi oído con el inglés. Toma ya, ¿eh?. Vaya cosa. Me distraigo y miro a mi alrededor. Empiezo a imaginar con mi mirada las tomas de fotografía que haría si llevara la cámara de fotos... Otro día salgo -me propongo a mí mismo-.

Empieza a llover. Ole por mí. El último día que me pilló una tormenta llegué a casa empapado. Entonces sí que protagonicé todo un videoclip. Ningún coche se dignó a ofrecerme cobijo y yo, subnormal de mí, tampoco decidí parar bajo ningún techo a resguardarme hasta que se pasara el diluvio universal que estaba cayendo. Cual Forrest Gump pensé "corre Forrest, corre" y eso es lo que hice: correr hasta que diez minutos después y 3 kilos más de peso por el agua calada pisé el primer escalón de mi portal. Pues hoy pinta igual. Bueno, por suerte llevo capucha, la misma que el otro día, ¿será que es una prenda de ropa con conjuro para atraer a la lluvia? ¡Quién sabe!. Llego al cruce de caminos que está cercano a mi casa. Ya he hecho un trozo del camino de ida y vuelta, ahora toca el trayecto largo. Pienso: "venga tuerce y tira pa'casa. No es tu culpa. Es que se está poniendo a llover." Ya claro, que mi pereza aprovecha la mínima excusa para evadir cualquier acto que conlleve esfuerzo. ¡Qué asco! La odio, pero forma parte de mí a veces, lo que no quita que no me guste esa parte de la personalidad.

Continúo corriendo y sigue lloviendo. Me viene a la mente pensar en qué haré el fin de semana. Fácil respuesta: poca cosa. Así han sido más o menos mis últimos findes: con pocos planes. Se puede decir que estamos en crisis. Pero bueno, me he equivocado, éste de hecho sí hay planes, varios además. Entre tanta planificación mental he llegado hasta donde pretendía ir hoy, y aunque he pensado en darme la vuelta, he decido avanzar y hacer un poco más. ¡Ay pobre de mí, cómo no aguante...!

Aprieta la lluvia y yo sigo bajo mi capucha y sumido en la música de mis cascos. Pienso "joder, aún queda ahora toda la vuelta". En realidad, ya no quiero correr más, sé que me repito pero es que... no sé para qué coño lo hago. ¡Es absurdo! Bueno, igual si un día me quieren atracar por la calle cuando haya sacado del banco una cifra de euros con más de dos ceros a la derecha, de esos que no tengo, o igual si resulta que cae un meteorito y hay que correr mucho tiempo sin parar para refugiarse... entonces estaré preparado. Habré estado entrenándome bien. Eso me consuela.

El cansancio empieza a notarse. Mis piernas empiezan a flaquear. Las pequeñas piedras del camino son grandes pruebas de resistencia para mis tobillos. La cabeza me suda, mucho. La entrepierna está fría, será que mis mallas no son térmicas, o será que estoy frío desde hace un tiempo. Será que añoro que un cuerpo me encienda por dentro. Será... que aún a veces me pregunto qué estarás haciendo. ¡Leche! Te has colado hasta en mi carrera. Empieza una nueva canción, sonando en mis oídos, casualidades del destino. El principio es inconfundible: un piano definiendo una melodía rayada, que diga, radiada hasta la saciedad. Abreviando, el estribillo dice algo así como: "no importa, encontraré a alguien como tú, te deseo todo lo mejor, no me olvides, te lo suplico...". Pues eso, no tengo nada más que decir. Tú te has colado una vez más en mis pensamientos. Yo una vez más te deseo todo lo mejor.

La lluvia disminuye de fuerza pero aún me caen goterones del flequillo hasta la nariz. Me hace sentir feliz: correr bajo la lluvia, qué sensación tan pura. Ya queda menos - me digo-. Y es cierto, pero este es el momento crucial de toda carrera: el último tramo, aguantar hasta el final. Me obligo a seguir, a no parar, a demostrarme que aunque a veces parezca una absurdez correr si no es detrás de un balón, o aunque no sea porque me persigue alguien para atracarme ni para huir de la onda expansiva de un meteorito, aún así he de seguir. Tal vez para hacerme ver a mí mismo que cuando creo que ya no puedo más o que no me quedan fuerzas, cuando creo que ya no tengo nada más que dar, me equivoco y sí se puede, porque inevitablemente somos supervivientes insaciables en un mundo descomunal.


Llego a casa. Me desprendo de mis zapatillas y las dejo aparcadas en el tendedero. Qué gusto caminar con pies descalzos cuando se viene de correr. Recuerdo que cuando salí tenía ganas de mear y voy al baño: qué placer. Me quito las mallas y la sudadera -bien empapada en una mezcla de sudor y lluvia- y me quito también la camiseta de tirantes. Pongo música -sí, más música- ésta vez en mi ordenador. Qué agradable resulta escucharla así, penetrando en cada poro de mi piel. Suena I lived de One Republic, toda una declaración de principios e intenciones para mí. Me meto en la ducha. Me siento bien, muy bien. Ya sé porqué hago esto de correr.



Fotografías tomadas a lo largo de los meses de Abril y Mayo de 2013 en San Sebastián de los Reyes, Madrid.















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