Me ahogo, se me agota
el aire. Me siento solo, sin nadie. Las lágrimas empiezan a cubrirme por
completo la vista y a nublarme la mirada. Ahora ya no veo nada claro, lo
percibo todo oscuro, raro. El agobio puede con esta distancia que me separa de
sentirme bien en casa y por eso me encuentro entre estas cuatro paredes blancas
sollozando como un niño desolado. Este estudio no tiene alma; ni alma, ni
corazón, ni el sabor que deja tu beso de buenas noches. Todas las cosas están
patas arriba esparcidas por el cuarto y yo aún permanezco aquí tirado; me
siento desamparado. Mi rostro está algo desencajado por un cambio no esperado. Mi cuerpo hoy sólo habla de los días aquí vividos, de la
falta de amor sincero que me engorde los kilos que ya he perdido. Me siento
menos consistente. Necesito alguien que me abrace fuerte. Fuerte y con cuidado
que me duele no saber dónde dormir, donde estar en paz con mis pensamientos
macabros. Mis manos tiemblan al escribir estas palabras que tan sólo buscan
calmar mi razón, pero sigo inquieto y solo, y se me corta la respiración. Me
siento lejos, muy lejos de mi hogar. Descuelgo el teléfono, empieza a dar señal. Ella descuelga a miles de kilómetros de aquí y yo
escucho el sonido de su voz que lo apacigua todo en mi interior.
- Mamá -le digo con la voz rota y quebrada. Ella me escucha y aguanta sus lágrimas. Me calma-
Vuelvo a respirar...
- Mamá -le digo con la voz rota y quebrada. Ella me escucha y aguanta sus lágrimas. Me calma-
Vuelvo a respirar...
Jason Mraz - 93 million miles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario