A miles y miles de
kilómetros de aquello que llamo hogar, he aprendido a valorar. Voy con paso
lento dejándome llevar por el viento y a cada paso que doy aún más firme me
siento, en que nada se compara al amor que tengo esperando al otro lado del
mar. Todas aquellas personas que visten mi vida de rosa, que le dan un
tono claro y dulce, me faltan entre estas cuatro paredes de mi apartamento de
Brooklyn. Pero me siento tranquilo y feliz, porque sé que estarán ahí, a la
vuelta de un suspiro, sabiendo que son parte de mi. En cada paso que avanzo
como persona, en cada acera que pisan mis pies, ellos se asoman. Me enseñaron a
crecer, a mirar ahora todo lo bello que puedo entender. Incluso cuando tengo
miedo y frío, ahí están, sin saberlo, haciéndome sentir fuerte y valiente, dándome
cobijo; en forma de recuerdo o de flashback en un instante se aparecen y yo me
siento de nuevo en el hogar. Estoy convencido de que soy afortunado y quizás
por eso, con paso firme y elegante ando. Tengo entre mis huellas dactilares el
resquicio de cada una de sus sonrisas con las que vistieron mis días de risa y ahora sólo
puedo caminar, para hacer de este mi sueño hecho realidad. Porque nada se
compara a eso... A ellos... hoy le dedico a cada uno que habita en mi corazón
este trozo de texto.
Fotografías tomadas en la ciudad de Nueva York durante el mes de Septiembre de 2012. Prueba de mi felicidad para que ELLOS lo vean.
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