Me
hierve la sangre sobremanera y la rabia escala peldaños de dos en dos por esta
escalera de sinsentidos en el que ninguno encuentra la respuesta correcta; que si
yo subo, tú bajas y el otro coge el ascensor. Nos hemos perdido. Asumamos la
derrota sin pena ni gloria, pero admitámoslo: damos lástima. Ya no somos lo que
éramos y por más que miramos al prójimo, la culpa duerme en nuestro tejado
esperando con la mano bien abierta para hostiarnos en la cara al despertar.
Entonces, estallará la guerra, y se anidará a nuestro pasado arrebatándonos
cada instante en que suspiramos con el aire lleno de vida que exhalaba cada uno
de nosotros. Ya no habrá más vuelta atrás porque será, para entonces, demasiado
tarde. ¡Ay! Gloriosos días aquellos bebiendo nuestra juventud a tragos. ¡Qué
rabia ahora que queden tan lejos!. Me muerdo la lengua para no atragantarme con
palabras envenenadas, y de tanta impotencia masticada acabo tragando sangre que
amarga en esta batalla. Aprieto los músculos de mi mandíbula y estrello los
puños contra la almohada. Me vienen a la mente de forma intermitente preguntas
cobardes que aparecen ahora para hacer tambalear cada uno de nuestros
principios. ¿Qué sentido tuvo ser lo que fuimos, qué sentido tiene seguir
siendo en este presente, que para ser sinceros ya no nos está regalando nada?.
Reniego por ello y como acto de rebeldía de mis raíces atadas a ellos, de
tantos momentos buenos, de todo aquello que vivimos, que me dijiste, que te
dije... ¿qué nos dijimos? ¡Ay el viento, cómo se lleva todo con el paso del
tiempo!. Reniego porque pesan los desprecios, la desgana, la ausencia de
palabra, el desgaste de una juventud alimentada de rutina. Ni siquiera sé si
fui yo o fuiste tú, o fueron ellos. Ya ves, esto es mucho más complejo que lo
simple que sería querernos cuidar con un hombro donde llorar y una risa en la
que vivir ciertos momentos.
Me
pregunto cuánto tiempo hace que no encuentro consuelo en la palabra amistad,
así que voy directo al diccionario para que me salve de la caída.
amistad.
(Del lat. *amicĭtas,
-ātis, por amicitĭa, amistad).
1. f. Afecto
personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se
fortalece con el trato.
Por
suerte, encuentro en ello sabiduría y certeza, pero no, no hallo las razones necesarias con las que callar los ensordecedores silencios de un trato que apenas
diviso, a ratos. Y entonces sí, me rindo y dejo caer mis brazos; me puede la nostalgia y el paso del tiempo. Me
gana siempre la lágrima de un sentimiento. Lo siento, por todo aquello en lo
que pude fallar, pero más por todo aquello en lo que fallamos juntos, quizá sin pretenderlo.
Sé
de sobra que no será difícil encontrarse entre estas letras, pero esto no es una escopeta, no es un arma
cargada a conciencia, tan sólo es una tímida bandera blanca alzada en mi
trinchera.
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