miércoles, 17 de octubre de 2012

MI HOGAR ESTÁ ALLÍ DONDE ESTÉ MI APELLIDO.


Cómo duele el aire que respiro ahora que vamos en direcciones opuestas. Cómo duelen las despedidas que alejan corazones ansiosos de historias compartidas. Cómo se agotan mis niveles de oxígeno ahora que despegas. Cómo puede esta distancia hacerse tan inmensa...
Por evitar todo este dolor que inunda por completo mi latir, lo habría cerrado todo, maletas incluidas, dejándolo archivado hasta la próxima y me habría metido sin pensarlo en ese avión con ellas. Habría abandonado mi sueño por poder soñar de nuevo a su lado. Quedé preso de ese aire de familia que desprendían en cada de una de sus miradas, en cada una de sus sonrisas. Descubrimos juntos la ciudad, y su paz y su guerra me devolvieron de nuevo a mi vida. Pero pasaron los días volando en el tiempo de un reloj que aún no se aclara si aquí es de día o allí es de noche. Se alimentó mi cuerpo fugazmente de sus palabras, que aún a veces calladas, lo decían todo. Y volví a sentirme puramente querido, con la calma de saber que hay alguien en este mundo que cuida de mis sueños como si el pálpito de su corazón dependiera de ello. La sensación de sentir que son parte de mi sangre, de mi ser, me hizo reconstruirme de nuevo y entender que no hay más cuando se trata de mi familia.
Me dejaron la casa revestida con palabras y colores, con olores y sabores. Así, con todo ello, recordé una vez más lo que nunca olvido: no me olvido de donde vengo y dónde tengo mi casa, mi hogar digo. Mi hogar está allí donde esté mi apellido. Esa es mi frontera. Y ellas y ellos, los que habitan en ese territorio son, sin duda alguna, la más bella tierra por la que camino.



Fotografías tomadas la semana del 7 al 14 de Octubre en Nueva York.










  
ELLAS son sólo el pedazo representativo de un montón de personas que están al otro lado del océano, y que sangre de mi sangre, o sangre de mi sentir, me faltan en mis días. Pero todo tiene su tiempo, y pronto volveré para disfrutar de cada uno de sus momentos.

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