sábado, 7 de diciembre de 2013

...PORQUE PETER PAN NUNCA DEJA DE VISITARME.

Amanece de nuevo en el calendario ese día que tanto me dice de mi principio. Es inevitable: me siento especial y raro. Hay un concierto de colores danzando en el cielo despejado del alba, aviones cruzando la bóveda celeste dibujando sueños que llegarán con el tiempo. Hay un hasta pronto obligado lleno de risas en un aeropuerto que me asegura el sentido de la palabra amistad, con sus dos corazones dispuestos a traspasar fronteras tan sólo por volver a latir unos días juntos. Hay el sabor de una noche sorpresa en mi boca cuya resaca me pide paso para apreciar bien cada instante y a cada persona que puso lo mejor de sí por estar, cada detalle por querer sonrojarme y hacerme bailar con la vida. Hay un espejo lleno de amor que me recibe en el hogar dándome los buenos días, dictándome de dónde vengo, cuál es mi vital más importante y todo lo que ella, que me dio la vida, ya sabe y que ni siquiera yo alcanzo a expresarle. Hay montones de comida y tarta en un festín rutinario cada trescientos sesenta y cinco, llenando de ruido la casa, calentando mi corazón humano. Hay un árbol creciendo en mí desde sus arrugas hasta mis canas, desde sus raíces hasta la punta de cada hoja que lucha por brotar de nuevo, porque esa otra ella tan vital es el principio de toda esta belleza que hoy veo a mi alrededor. Hay miradas cómplices de tantos y tantos momentos, colmando de risa mis llantos, acariciando mis silencios, contándonos anécdotas de cuando éramos pequeños, sin darnos cuenta poniendo ladrillos en nuestro muro sin límites ni fronteras de sueños. Hay miles de palabras agolpándose en mi mirada llenándome de piropos y halagos... y sólo puedo sentirme inmensamente feliz y afortunado. Hay unas velas encendidas bailando suavemente al son de sus voces, con dos ángeles en mis brazos, cojo aire hasta llenar mis pulmones, y en mi mirada es inevitable no dejar escapar todo lo que estoy pensando: no necesito pedirle más deseos a una tarta de cumpleaños porque sería injusto, porque año tras año sin pedirle tanto, tanto me ha dado. Por eso cierro los ojos e imagino a cada una de las personas que me han dedicado un instante de sus vidas. Me basta y me sobra la luz, la que es sentido y respuesta de lo que yo entiendo por vida, esa luz tan cegadora que atrapo de cada una de sus miradas, con las que me voy cruzando en este camino. Por cada encuentro inesperado del destino, por cada momento en que parece pararse el tiempo, por cada distancia que se acorta con un solo detalle, por cada sonrisa de cada ser humano, por cada batalla que quiere ser ganada, por cada lucha de justicia, por ese saco lleno de inocencia que pide nunca agotarse... porque Peter Pan nunca deja de visitarme.



07 de Diciembre de 2013.




lunes, 28 de octubre de 2013

ES SÓLO UNA CUESTIÓN DE TIEMPO.

Llevo tiempo dándole vueltas, cambiando de tuerca, mirando nuevos detalles en las pequeñas cosas, en las cosas más simples y bellas... no sé si saben qué bien sabe la vida cuando se saborea de veras.
Llevo tiempo luchando a capa y espada, con la palabra y con la mirada, con el latido de mi corazón sincero, para que quede claro que lo que de verdad importa en esta tierra es lo humano; eso es lo más natural y verdadero.
Llevo tiempo alejándome de la conformidad, del adiestramiento de cerebros por parte de los gobiernos, de las mentiras con patas, de aquellos que no son ellos, que son robots perfectos, que no se desnudan, que no muestran sus miedos, que no dicen ni lo siento ni te quiero.
Llevo tiempo negando con todas mis fuerzas, apretando los puños y la mandíbula, manteniéndome firme e inamovible en esta trinchera que adopto por casa, porque no pienso rendirme; creo que el amor es la pregunta y la respuesta.
Hablo de un amor puro, uno que no levanta muros, que no cierra puertas, que no corrompe ni coarta libertades, que no destruye hogares, que quema el dinero a base de un beso sincero, que cura el dolor de una pérdida con un abrazo eterno, que ríe por las noches con la almohada, que sonríe cuando puede a duras penas, un amor que quiere y respeta... sólo el amor sabe cómo sabe.
De verdad, somos humanos, y no voy a parar hasta que desaparezcan todas las banderas. Quiero un mapamundi limpio, sin heridas de guerra, sin fronteras que me hablen de quién tiene más suerte por nacer en un punto o en otro de este planeta. No voy a cesar hasta que relajemos el ceño y respiremos algo más de vida, hasta que cada día en cualquier parada de autobús me encuentre una sonrisa que me sonría. No voy a abandonar a pesar de que esta sociedad deshumanizada de valores, perdida de sentimientos, comprada con dinero, trate de convencerme de lo contrario.
Por eso, detengan por un segundo su mundo, quítense esa absurda careta, relajen las facciones de su cara, y sean puramente felices; sean cómo sean. 
Es todo tan sólo una cuestión de tiempo, y puede que en menos de un suspiro la vida se aleje, tal como la conocemos. Por eso ya no vale dejarlo para otro momento, llenar una hoja de buenos propósitos solamente cuando llega el año nuevo, ni aplazarlo con intereses para dentro de unos cuantos futuros inciertos. Hoy es el momento preciso y el lugar correcto. Hoy, es el regalo más bonito que tenemos. 




Fotografías tomadas el 27 de Octubre de 2013 en San Sebastián de los Reyes, Madrid. 










lunes, 21 de octubre de 2013

LA PERSIANA ANA, LA VENTANA MARIANA Y UN LUNES DE LUZ.



La persiana Ana estaba algo deprimida. Era un domingo cualquiera de otoño y ya de pie no se sostenía. De tanto aguantar los golpes, soltó cuerda y se abandonó a su suerte en la caída. ¡PÚM! Sonó un fuerte estruendo al estrellarse contra el poyete de la ventana. Qué vértigo soltarse al vacío por no resistir más en la trinchera, y qué pena que ahora ya la persiana Ana no pudiera levantarse para volver a dar rienda suelta a su cuerda.

La ventana Mariana que lo había estado viendo todo, ahora ya no veía nada, andaba algo oscurecida, con la mirada cegada. Sus cristales empañaban el atardecer de un domingo atascado en casa, sin poder divisar el horizonte de un cielo acariciando con sus últimos bostezos de luz la vida. Qué rabia estar encerrada y no poder admirar la belleza que espera fuera para ser contemplada.

Así que amanecí, yo, la mañana siguiente de lunes con ganas de cambiarlo todo y me puse manos a la obra. Desvestí mi habitación casi por completo y el caos se apoderó de todo en tan sólo un momento; que si destornilladores de risa, que si cuerdas envejecidas, que si tornillos sin besos, que si taladradora de sueños... Quité esto de aquí y lo puse allá, tiré lo que ya no servía y desenvolví el repuesto que venía, un poco de ruido a golpes con el martillo y pocas nueces, un mucho de música bailando en canciones para acompañar los quehaceres, y... ¡¡TACHAAAN!! Se hizo en mi cuarto la luz. La persiana Ana accedió a ser ayudada para levantarse de la caída y la ventana Mariana volvió a darle brillo a la estancia infinita. Permanecí en mi habitación sentado, sonriendo y observándolas, imaginando lo felices que serían siendo protagonistas de una historia cotidiana.




Y el lunes pasó de largo llenando mi cuarto de luna completamente de luz.





Fotografía realizada el 5 de Octubre en San Sebastián de los Reyes.




Gracias a mi hermano Jerónimo Probanza que me ha regalado este boceto de la persiana Ana y no sólo le ha dado vida ilustrada a mi personaje, sino que ha alimentado mis ganas de querer crear más personajes de lo cotidiano. 


lunes, 7 de octubre de 2013

TU NOMBRE NO LO MERECE.


Es suficiente. No quiero estropear más tu nombre. No lo merece. Tu recuerdo es bello siempre que se pasea por mi memoria, pero no lo es más que el futuro que me espera. Lo sé, sin ciencia cierta. Tu silencio desgasta mis palabras y mi voz ya no suena por ti. Ya basta. No quiero ensuciar más tu nombre. No lo merecen, no; no aquellos que vengan a mi mirada buscando poesía. Qué culpa tienen de tu indiferencia, de tu pasar por la vida jugando a ser un desequilibrio humano que no ama más que la soledad que le consume. Disfruta de ella, como quieras, como si es en compañía. Yo intenté cuidarte pero tú no me quisiste en tu vida. Ahora hazme un favor: ya nunca vuelvas. Ya no habrá en mí respuesta, la misma que pensaba ser eterna, la que un día me juré ofrecerte sin importar cuántos años pasaran. No te querré ya nunca más de lo que te quise. Eso sí es cierto, con mi ciencia cierta. Podría mover ficha y jugar, por un rato, a desbaratarte la vida, a bailar a mi antojo con esa bipolaridad tan tuya, con esa belleza maquillada que te caracteriza. Podría destrozarte en pedazos hasta que sintieras lo mismo: eso que me hiciste sentir a mí cuando fuiste especial para luego desaparecer de la faz de la tierra, fundiendo lentamente la luz, ignorando cada muestra de mi cariño. Pero no lo haré, porque yo no soy ese. Tan sólo quise vida humana entre nosotros. 

Qué extraño, que ambos sigamos en el mismo planeta ya no resulta tan bello. Y qué bien que la belleza se viste por sí sola de grandeza, no le haces falta tú.



Pero sí tu nombre.





Fotografías realizadas el 05 de Octubre en San Sebastián de los Reyes, Madrid.

















sábado, 21 de septiembre de 2013

LATIDO INDECISO DE UN CORAZÓN (A SABIENDAS DEL AMOR).

Sabe el amor que a lo lejos, en la distancia, se divisa el abismo, infinito, pero inmensas son las ansias de encontrarle pronto en mi camino, que deje de ser desconocido, para saberle distinto y acurrucarle en mi cama. Sabe el amor que de cerca me pierden las ganas y el apetito se activa babeando saliva mojando hasta mi ombligo, desatando lo sexual, liberando mi líbido. Sabe mi amor que quiero encontrarme desnudo envuelto entre sábanas blancas, alguna mañana cualquiera de domingo. Saben, los que ya amanecieron conmigo, que ha de ser especial, el momento y el lugar precisos, si no... no vale de nada, no vale que arranquen de mi alma algún mísero gemido. Saben, pero yo aún no sé, cuál es el camino a seguir cuando el corazón bombea indeciso, queriendo latir a prisa. Sé, y los demás no saben entender, que tener que elegir me duele, me ausenta, me remueve, me atormenta, calando bien hondo en mis sentidos. Y a sabiendas de querer querer, quiero encontrar atino en un suspiro repentino que no se líe con más miradas, para mirar al futuro con pies descalzos y el alma descubierta. Pero es que entre tanto y con tan poco, me quedo con las manos en los bolsillos, vacías, vacíos, mirando cómo se pasa la vida, sintiendo cómo me atraviesa la rabia como una daga que amarga por no tener dos vidas enteras para amar más de lo debido. 



Fotografías tomadas el 20 de Septiembre de 2013 en Madrid en colaboración con el fotógrafo y amigo Luis Sosa (Luissh Photos facebook page).








lunes, 16 de septiembre de 2013

LEER SON CUATRO LETRAS.



No lo había entendido de tal manera hasta ahora. Me lo habían contado en más de una ocasión, y lo había visto por ahí en tantas otras, pero ahora sé que es cierto. Tan cierto como el sol que brilla. Leer hace feliz.

Leer le da alas a mi cabeza, a mis entrañas, inspira mi vida. Leer me hace libre, me rompe las cadenas. Leer me hace entender otras miradas, otras culturas, y compartir su punto de vista, o no hacerlo, pero me sirve para tener una imagen más cierta de ellas y respetarlas, eso siempre. Leer me hace viajar más de lo que pueden mis pies. Es un pasaporte sin límites. Me ofrece un abanico inmenso de posibilidades. Me dibuja un mapamundi listo para ser conquistado, sin fronteras. Leer me empuña en un instante una espada para combatir los miedos, y al momento, me envuelve en un beso lento dado bajo la lluvia del mes de Abril. Leer le devuelve a mi cuerpo de adulto el niño que vive dentro, y a la vez, madura los huecos que aún en mí están por crecer. Leer me hace suspirar pensando en la belleza y armonía de las palabras, en el mecanismo mágico que éstas entrañan a la hora de colarse en el corazón... ¡entrando por la mirada!.

Leer es un acto que, he de confesar, a veces me cuesta arrancar -¡maldita pereza!- pero que una vez empezado no hay quien me detenga. Despierta mis musarañas y acaban ellas por contarme nuevas historias. Así lleno mis noches, espantando a los miedos. Me crea fantasías, y en un desvelo, me agranda el alma y me cuida. Leer despista de la rutina que ahoga, de la mentira que envenena, de la espera que desespera. Leer ayuda a creer y a crecer, a mantener viva la llama, a querer ser.

Leer son sólo cuatro letras de un abecedario plagado de tantas, que cosidas unas con otras, me hacen escribir nuevas historias para que otros las descubran.

Pasen y lean.











martes, 10 de septiembre de 2013

SOMOS HUMANOS.

Somos humanos. Nuestra humanidad es la característica que así nos define, a pesar de que muchas veces tengamos la sensación de que ya la hayamos perdido. Eso. Esa capacidad de sentir cuando algo nos eriza la piel y un escalofrío nos recorre el cuerpo entero; de emocionarnos cuando nos toca el alma -porque aunque el alma sea intangible, sabemos que está viva en nosotros-; de estremecernos cuando una canción, una fotografía, una historia, nos conmueve; de solidarizarnos cuando vemos que la tragedia y el dolor acechan sin saber por qué; de suspirar cuando en el estómago habitan mariposas; de amar más allá de lo que a veces pensamos seríamos capaces; de asustarnos y sentir miedo a la soledad, al vacío, a decepcionar, a fracasar, a fallar, a no ser querido, ni siquiera por nosotros mismos...; o de sonreír y estallar carcajadas cuando la vida sabe a risa. Todo eso nos hace humanos. Nos revestimos de piel y albergamos algo más que músculos y huesos en el interior, pero somos de sobra más que eso. Somos seres frágiles. Seres que están expuestos al mundo. Somos vulnerables, y somos bellos. Cada imagen que se cuela en nuestras pupilas nos puede modificar en sólo un instante, aquello en lo que creemos. Cada acorde o cada melodía que acaricia nuestros tímpanos puede trastocarnos la percepción que hasta entonces teníamos del sonido. Cada ráfaga de olor que inhalamos se pasea por nuestras entrañas despertando recuerdos y creando nuevos. Cada muestra de sabor hace que nuestra lengua reconozca el placer que queremos. Cada golpe que recibimos, cada caricia que aceptamos, cada beso que nos dan, y damos, cada abrazo, modifica nuestra piel llenándola de cicatrices y de pruebas de amor. Es inevitable. Y resulta maravilloso, saber que cada palabra que pronunciamos puede tener todo ese efecto en las personas a las que se las decimos. Porque tenemos en nuestra voz el poder de querer y de dañar casi por igual. En nuestra boca y corazón está la decisión de elegir un camino u otro. Y cambiarlo todo.








miércoles, 4 de septiembre de 2013

EL PUENTE DE MIS SUEÑOS.


Pisé sus tablas de madera y respiré profundamente. Por dentro, grité sin parar como a quien le ha tocado la lotería. Ese era mi cupón premiado. Ante mis ojos brillantes, el puente de mis sueños. Él tuvo la culpa de hacerme volver a la gran ciudad para buscarme entre tanta gente, entre un centenar de rascacielos; para encontrar un yo diferente, renovado, ilusionado, en estos tiempos en los que el miedo asoma en el abismo de luchar por lo que uno es y quiere.

Caminé lentamente, al contrario de lo que hacía la muchedumbre. Yo no tenía prisa, y tampoco pretendía seguir la corriente. Lo único que me esperaba por delante era mi futuro, incierto, pero mío en la medida de lo posible. Me prometí disfrutar plenamente ese paseo de un lado al otro, de Manhattan a Brooklyn, como si en ello me fueran los últimos instantes de vida. No era para nada eso, pero era simbólico. Cruzarlo era cruzar con todos mis sueños e intenciones, con mis miedos e incertidumbres, para encontrarme al otro lado y verlo todo diferente, con otra perspectiva. Porque a veces la vida necesita de distancia para saber lo que queremos.

Gente en bicicleta, coches a los lados, obras de rehabilitación de un puente de más cien años. Turistas con cámaras de fotos, trabajadores trajeados, mendigos con la piel gastada, y vendedores con souvenirs caros. Ruido que acecha desde la isla flotante de edificios, mi nuevo hogar en un gran barrio que espera al cruzar el río. Y mientras yo caminando por el único lugar en el mundo que concentra en un mismo punto un concierto de casualidades: viandantes por los que puede pasar un avión sobre sus cabezas, a la vez que coches a sus pies, barcos navegando el río, o trenes por el túnel subterráneo que lo atraviesa. Es mágico. Es inédito. Es hermoso, sentirlo.

Cuántas veces en la vida tenemos que cruzar puentes cuyo final no vemos desde el principio. Asusta. Nos invade el vértigo de atrevernos a caminar, a arriesgar; a veces olvidamos que un viaje de mil millas comienza con un sólo paso...

Seguí con mis pies hacia la otra orilla y llegué. Entonces lo vi todo más claro. Entendí, con sólo una imagen, el sentido de mi aventura. Atardeció en Manhattan. Suspiré lleno de vida.




Fotografías tomadas durante los meses de Septiembre a Noviembre del 2012 en Brooklyn Bridge, New York.










lunes, 26 de agosto de 2013

A CUATRO OLAS DE DISTANCIA (VEINTE DE AGOSTO).


- Estaría preparado. Si este fuera mi último instante de vida, me refiero. Sería lo justo. - eso fue lo que me dijeron mis entrañas mientras contemplaba el océano. Tenían algo de razón.


Veinte de Agosto. Once y cincuenta y nueve de la noche. Me encierro en el baño y abro las puertas de la mampara de la ducha. Coloco mi mano derecha sobre el grifo y abro la llave, y dejo correr el agua para que alcance la temperatura deseada. La luz es tenue y cálida, adecuada. Me desnudo y voy directo al chorro de agua. Siento como cae cada gota por mi cuerpo, deslizándose suavemente, empezando por mi cabeza y resbalando hasta mis pies. Me viene a la mente un pensamiento; ese pensamiento que horas antes ha salido de mis adentros. No estoy ahora de acuerdo. No quisiera que mi vida hubiera acabado ahí porque siento que aún queda tanto por vivir, por eso ni siquiera quiero pensar más sobre ello. Supongo que simplemente era una exaltación del momento. Respiro y encuentro, en esa inhalación de aire, un vendaval de imágenes agolpándose sobre mi mirada. Inevitablemente sonrío.



Atardece el sol en una playa de Galicia poniéndose sobre mi piel dorada, diciendo hasta mañana. El océano Atlántico me seduce de forma desmesurada. A su vez, los últimos rayos de luz le lanzan un guiño a la luna, que llena, empieza a asomar. ¡Cuánta luz en sus miradas!. Sobre mis poros permanece el rastro del salitre que hace un rato mojaba mi cuerpo entero. Sumergido en esa agua fría, casi gélida por momentos, ignorando el dolor de huesos. Corría como un niño pequeño buscando atrapar las sombras. Inocente, ingenuo. Miro a mi alrededor. Quiero llorar, y no parar. Pero sonrío, no sé si tanto por fuera como por dentro. Me siento vivo. Paseo mis ojos en el horizonte y, el universo con uno de sus destellos, me deslumbra haciéndonos brillar, dejándome casi ciego: hay casi una veintena de delfines desfilando cerca de la orilla, a tan sólo cuatro olas de distancia. De repente el tiempo se para. El mundo está concentrado en aquella playa. Nada más existe. Mi familia: los presentes, los de sangre y los de corazón, y los que no están, presencian conmigo tal maravilla. Entonces me despojo de mis ropas y voy con mis pies, cada vez más rápido, pisando la arena suave, decidido a tocarles, hacia la orilla. Quiero bailar con ellos y deleitarme en su naturaleza. No sé si alguna vez me he sentido tan humano. A cuatro olas de distancia, casi puedo rozarlos. Desisto sin remordimientos. Les dejó continuar su camino, nadar libres. Les observo, y el sol me lanza un último bostezo. La luna ya está preparada. Irradia luz, una luz que no se apaga. Sospecho si es la luna o es el amor que siento hacia ellos. De vuelta a nuestro pequeño campamento de toallas les veo. No necesito nada más. Y no, no quisiera que ese momento durara para siempre. Pero sí quiero que nunca me olvide de esta tarde, de este atardecer para nada cobarde, de este anochecer radiante. Mis oídos despiertan, como si fuera lo único que faltara para desatar todos mis sentidos. Se cuela suavemente, pero imponente, la magia de una gaita gallega, como por arte de meiga, escondida tras los matorrales de una playa salvaje como esta. Acaricia mi risa. Y así nos espera la cena, montada por las mujeres de mi vida, sobre una jaima peculiar de toallas. Familia a mi alrededor y esos dos ángeles con sus miradas. Le ponemos nota al día pero el pequeño de todos no alcanza a hallar el número exacto en la escala, por lo que nos deleita con un sin fín de números acompasados. No hay prisa. Llegamos a casa.




Detengo el grifo que deja mi cuerpo desnudo, mojado. Se detienen los recuerdos aunque permanecen ya grabados en mi piel. Suspiro. Sonrío. Me siento vivo, inmenso, lleno de luz, feliz.



Fotografías tomadas el día 20 de Agosto de 2013 en la playa de Vilar, A coruña. 






















El corazón que ríe.


Tu vida es tu vida
no dejes que sea golpeada contra la húmeda sumisión
mantente alerta
hay salidas
hay una luz en algún lugar
puede que no sea mucha luz pero
vence a la oscuridad
mantente alerta
los dioses te ofrecerán oportunidades
conócelas
tómalas
no puedes vencer a la muerte pero
puedes vencer a la muerte en la vida, a veces
y mientras más a menudo aprendas a hacerlo
más luz habrá
tu vida es tu vida
conócela mientras la tengas
tú eres maravilloso
los dioses esperan para deleitarse
en ti.




Charles Bukowski