He visto la belleza en su mirada y sin embargo, ella no ve nada a
través de sus ojos. Estoy convencido que lo hace a través de su alma. Lleva
consigo un bastón compañero guiándole en sus valientes pasos y no le abandona,
como fiel amigo, por más oscuro que se torne el camino. Se desenvuelve con tal
decisión y autonomía que capta mi atención al instante, y entonces ocurre uno
de esos maravillosos momentos en que la vida deslumbra humanidad desatada, para
nada cobarde. Se me enternece el alma de tal manera que un escalofrío invade mi
piel de lleno y cala en mi huesos bien hondo, y cae de nuevo, esa lágrima
humana que todo lo gana viajando hasta el borde de mi sonrisa, que pura y
sincera, nace esbozada en mi cara. Miro alrededor. Se despojan los transeúntes
pasajeros de prejuicios en un abrir y cerrar de ojos, y le observan con
admiración descarada como si de una obra de arte en exposición se tratara. De
igual manera hago yo. Me reprimo por un momento, al pensar que quizás no es eso
lo que ella quiere. Su intención no será captar las miradas de aquellos que
denotamos su disfunción evidente, aunque eso ocurra, quizás
inevitablemente. Dejando eso a un lado, nuestros
pensamientos coinciden flotando por el ambiente en que es un auténtico ejemplo
a seguir, de esos que tanta falta hacen en esta sociedad vacía, tantas veces,
de creer en lo que uno es y luchar aunque las cosas se vuelvan sombrías y
parezca no amanecer. O quizás, tan sólo es una persona que desprende ternura y
rompe barreras que otros crearon. De cualquier manera, me ha hecho cerrar los
ojos por un momento para verlo todo más claro. Ella y su punto de vista para
enfrentarse a la vida, me bastan para parar, por un instante, esta ceguera
transitoria que no me deja salir a volar más allá de la alambrada.
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