jueves, 3 de abril de 2014

HOY, LA VIDA (UNA BRECHA ABIERTA QUE SE VA CERRANDO).


Hoy la vida me ha regalado sin quererlo un momento poderoso, de esos que detienen el tiempo y roban el aliento, haciéndonos palpitar a vida o muerte. "¿Por qué ha tenido que pasar?", me preguntaba el ángel personificado en el cuerpo de una niña de ocho años. El susto ha sido grande, la sangre es silenciosa pero aterradora. Una vez fuera, no hay quién la detenga en su propósito de sobrecogernos, de asustarnos, de escandalizarnos, de conmovernos. Es el líquido color pasión que mueve nuestra vida por dentro, y desnuda el vendaval de todos nuestros sentidos más primarios, naturales y humanos.

Hoy la vida me ha recordado unas cuantas lecciones de esas que a veces se olvidan, y otras tantas que aún no tenía por experimentadas y aprendidas. "Por cada minuto que estés de mala leche pierdes sesenta segundos de felicidad", eso ha resonado en mi cabeza después de la tormenta. "Lo siento", me he dicho a mí mismo, y acto seguido se lo he dicho en forma de abrazo a dos personas de luz que habitan en cuerpos de niño y niña. Antes de que todo estallara andaba cabreado, manteniendo el ceño fruncido, representando el papel correcto de alguien mayor, serio y educado, que ha de enseñar la buena moral a los pequeños seres que algún día serán adultos. "Tómate ese zumo que es bueno para ti, o no hablamos más", convencido al cien por cien de hacerle ver que el poder de las vitaminas... como si no fuera más importante hacerla sonreír mucho más... "Pídele perdón a tu hermana, o estás castigado"...

Se ha desatado la tormenta con el primer trueno en forma de relámpago. El golpe ha sido memorable. Y casi muero del susto, pero mi cuerpo ha reaccionado. Eso me lo enseñan ellos. Es el amor más verdadero. Querer curar y cuidar de otro ser humano poniendo tus manos sobre su herida para que actúe esa magia humana y todo pase, cuanto antes. Y mantener la calma en cada latir, y proyectar esperanza con la mirada para que quien se siente asustado y aturdido acuda a posarse en las pestañas, y encontrar algo de alivio. Oh, dios mío... qué bonito y sobrecogedor es saberse vulnerable ante la vida... saber que un instante puede cambiarlo todo...

Caminaba al rato con esa niña de mis ojos, amarrada a mi mano, para que sintiera la fuerza de un adulto que aún es niño, convencido de que no pasaba nada. "Se va a poner bien, te lo prometo", le he dicho con suma convicción para regalarle a su corazón tranquilidad ansiada, a sabiendas de estar dictando con mi voz algo que escapa de la razón. "Piensa cosas bonitas y piensa que quieres que se cure, que le quieres mucho, que eso le va a ayudar a ser más fuerte", le he dicho después para que siguiera respirando y calmando ese alma pura e inocente que inquiere sobre las cuestiones más amargas de la vida. Y ella me ha contestado con una voz algo temblorosa y rota, y unas lágrimas contenidas, "pero, ¿y si no lo hago?". No he podido evitar sonreír. "No pasa nada, él es fuerte y aunque tú no le mandes esa energía positiva, todo va a salir bien, ya verás".


Y no ha sido nada, una pequeña brecha que será cicatriz en el futuro, un futuro largo y bonito. Él es mi campeón metido en un cuerpo de niño, ahora de seis años, y yo... yo soy su padrino. Una pequeña brecha abierta que se va cerrando, que será una anécdota más escrita en el devenir de nuestros días. Casualmente, por la mañana, había fotografiado una pequeña brecha en el suelo que iba directa al cielo. Pero no, mi vida, que el cielo espere sentado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario