A veces pasa que la
inspiración no me traspasa, y se marcha dejando tras de sí un vacío que no indica cómo
continúa la historia sin palabras. Me aterra esa ausencia temporal de cuentos
rondando por mi cabeza porque siento que todo se aleja de mí por momentos.
Parece que nada pasa, mientras sin darnos cuenta, lo más importante ya está
pasando: se esfuma el tiempo y cuenta, sin esperar a nadie, que ya se ha cansado
de contar el lado interesante de las costumbres más agradables. Entonces
aparece la desdichada rutina, que convertida en mísera propina de un bar de
mala muerte, me ofrece sus sobras para tratar de convencerme que la vida ya no
es vida, y que no me queda más que resignarme y vivir como lo haría cualquiera:
con la cabeza baja y el alma herida, con el pico y la pala enterrados para no
construir más ilusiones perdidas. Pero yo me niego a ser de esa manera. Por eso
me enfrento a ti, hoja de papel en blanco, que te disfrazas a menudo de
permanente y resulta que tan sólo eres ese espacio libre y transparente en el que
dejar fluir mis ideas, que macabras o quizás bellas, me ayudan a contar mi vida
y la de aquellos que a mis ojos se presentan. Dejaré echar a volar mi cordura y
rebuscaré entre la basura pedazos de alimentos que alimenten mi locura, para así
encontrar la belleza más pura en las cosas cotidianas de la vida que a menudo se
esconden tras la bruma. Y dibujaré, con letras y entonación, sentimientos y momentos
detallados que escapan de la razón para salvar del naufragio diario al corazón.
Quisiera no dejar nunca de escribir porque encontré mi salvación en las palabras que consolaron mi dolor en las noches en que no pude dormir, y que vistieron mis sentimientos haciéndome sentir eterno y humano, poniendo nombre a los latidos alocados que mi cuerpo excitado no dejaba de emitir.
Palabras... qué haría yo sin ellas para apreciar el silencio que a veces se presenta; música que calma mis miedos y cobija mis recuerdos. Vacío temporal, que a veces encuentro, sin hallar la inspiración de cómo caminar sin miedo.
Quisiera no dejar nunca de escribir porque encontré mi salvación en las palabras que consolaron mi dolor en las noches en que no pude dormir, y que vistieron mis sentimientos haciéndome sentir eterno y humano, poniendo nombre a los latidos alocados que mi cuerpo excitado no dejaba de emitir.
Palabras... qué haría yo sin ellas para apreciar el silencio que a veces se presenta; música que calma mis miedos y cobija mis recuerdos. Vacío temporal, que a veces encuentro, sin hallar la inspiración de cómo caminar sin miedo.
Imágenes tomadas en Williamsburg y Williamsburg Bridge la mañana del 15 de Noviembre del 2012.
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