martes, 11 de septiembre de 2012

GIGANTES DE HIERRO Y METAL (ONCE DE SEPTIEMBRE)


Despertar un once de Septiembre en Nueva York y ver que ya no están, que aunque yo nunca descubrí su más pura esencia, no están. Alzadas al sur de la jungla del ladrillo, casi tocando el cielo, coronando la ciudad. Cómo puede ser que ya no estén, que se llevaran tanta vida como guardaban dentro...

Recuerdo aquel día como si fuera ayer. Yo a penas soñaba con venirme a vivir aquí. Acababa de terminar de comer y entonces se instaló en mi mente, y en la de tanta gente, la imagen de los gigantes de hierro y metal ardiendo y desplomándose hasta dejar nada sobre la nada. Tan sólo polvo y cenizas, y aire cargado de un miedo aterrador, a punto de estallar. La guerra de los colores de piel, de los dioses, del dinero, comenzaba... una vez más. Se reavivaba el fuego que aumentaba la llama del odio y de la ira, y aunque todo pareciese una mentira, una horrible pesadilla, era real. Superando a cualquier película de ciencia ficción, me hallé junto a mi familia en el salón contemplando aquel horror, y todo lo que vino después: controles de seguridad, más odio, más ira, alguna que otra mentira, y lágrimas, y miedo e inseguridad, y guerras y más guerras de nuevo,... El mundo cambió por completo.

Imaginaba la desolación de quienes habían perdido a alguien en aquella manifestación tan horrible de quienes quieren pero no pueden -así no- y entonces se me sobrecogía el corazón. Imaginé también por un momento la angustia de las vidas que salieron volando de aquel amasijo de hierros para caer al vacío y entonces rompí a llorar, así como rompieron sus sueños.
Ahora respiro Nueva York, y aunque la tristeza aún permanece, descubro que hubo otro once de Septiembre, ese que se instaló en mi corazón, y en el de tantas personas... Aquel once de Septiembre que nos movió para siempre la razón. Desde entonces ya no vemos la vida con los mismos ojos, ahora sabemos que sentimos dolor y miedo, que aunque la catástrofe destruyese algo de nuestros adentros por completo, no se va de nuestro recuerdo y eso nos ayuda a caminar, a luchar con más fuerza, con menos armas, a vivir con más bondad. Ahora somos nosotros gigantes de hierro y metal en busca de paz y de amor, de caricias que nos puedan abrazar.



Fotos tomadas el 9 de Septiembre en 9/11 Memorial en Nueva York.













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